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El óxido y la herrumbre han minado seriamente las defensas de esta locomotora.
Más invisible que imperceptible, relegada al último rincón
de uno de los andenes de la estación bilbaína de Abando, aguanta estoica
la 'Izarra', castigada por el paso inclemente del tiempo y desnuda de
cuidados. Un grupo de amigos del ferrocarril trabaja incansable para
intentar que recobre el brillo que tuvo esta máquina de vapor, único
vestigio vivo de la llegada del tren a Bilbao hace ahora 150 años. La
vetusta locomotora, una auténtica joya del patrimonio ferroviario vasco,
quizá recobre ahora parte del esplendor con el que fue bautizada y se
convierta, de verdad, en la estrella que dé luz a este aniversario que
puso a la capital vizcaína en camino hacia la modernidad.
Fuera de vía, aislada en un pedestal en la zona más
desguarnecida del andén número 1 de la estación de Abando, la 'Izarra'
pide a gritos un cobijo que evite su muerte. El óxido y la herrumbre han
minado seriamente sus defensas que ahora, a marchas forzadas pero con
escasos medios, tratan de reparar los amigos del tren de Bizkaia que la
tienen sometida a una cura de urgencia que palíe los años de exposición a
la intemperie. Única en su género, es una de las locomotoras de vapor
de ancho ibérico más antigua de España. Junto a sus siete gemelas
('Amurrio', 'Orduña', 'Miranda', 'Haro', 'Cenicero', 'Recajo' y
'Rincón') llegó en 1863 para llevar los coches de viajeros de la recién
constituida línea ferroviaria Tudela-Bilbao, cuyos propietarios
encargaron a la firma inglesa Beyer Peacook su primer parque de máquinas
(curiosamente, unos años más tarde, esta misma empresa repetiría este
modelo para los trenes de la primera línea del metro londinense).
Bilbao se enganchó a la vía algo más tarde que sus
capitales vecinas. Los guipuzcoanos (y alaveses) le birlaron la traza
directa con Madrid. Los financieros e industriales vizcaínos no tuvieron
más remedio que optar por la conexión hacia el Este, una vez que el
Gobierno de Madrid aprobó el trazado entre la capital del Reino y la
frontera francesa por Irún, que dejaba las tierras vizcaínas de lado.
Miranda de Ebro acabaría por desplazar a Vitoria. La unión de fuerzas
con los empesarios vitivinícolas de La Rioja propició la creación del
ferrocarril Tudela-Bilbao.
Tras la quiebra de la sociedad férrea, la Compañía de los
Caminos de Hierro del Norte de España se hizo cargo de la línea en 1878 y
con ello de la 'Izarra' y sus mellizas. Nuestra particular estrella
siguió en activo hasta principios del siglo XX, momento en que Norte la
vendió de ocasión a la Sociedad Anónima Basconia de Basauri. Esta
empresa la utilizó como locomotora de maniobras en el ramal que
conectaba su factoría con la estación de Basauri-Dos Caminos, hasta el
año 1965. Poco después, con motivo de un congreso internacional sobre el
tren que se celebró en la capital vizcaína, fue donada a la Asociación
de Amigos del Ferrocarril de Bilbao. Pese a que nunca figuró en el
parque de Renfe, la operadora accedió a colocar esta valiosa pieza de la
arqueología industrial en la terminal de Abando, donde lleva a la
intemperie 38 años, desde que en 1974 fue instalada como un monumento al
tren. Siempre al exterior, sin cuidados ni arreglos que mitiguen los
efectos de esta prolongada sobreexposición al aire libre, la amenaza se
cierne sobre esta magnífica pieza ferroviaria.
Ponerla en estado de marcha, como algunos sugieren, es una
operación quimérica, aunque posible. Eso sí, la inversión sería
cuantiosa. “Requiere una caldera nueva pero, en principio, parece que el
bastidor, rodaje, motores, etc. podrían recuperarse. Naturalmente, es
una cuestión de dinero. Es preciso valorar detenidamente si merece la
pena la inversión. No parece que una locomotora como ésta pudiera
circular de forma regular por las vías de Bizkaia, debido a su baja
potencia y velocidad para los estándares actuales, además de carecer de
sistema de freno automático para el tren; limitaría su uso notablemente.
Solo podría utilizarse en circunstancias muy especiales, por ejemplo,
una conmemoración destacada, que hiciera asumible las alteraciones que
generaría su circulación por líneas especialmente saturadas de tráfico
de cercanías”. Juanjo Olaizola, uno de los mayores expertos en el mundo
ferroviario e impulsor del Museo de Azpeitia, defiende sin duda alguna
su recuperación. “Dado su gran valor histórico, la máquina de vapor más
antigua de Euskadi, perteneciente a la primera serie de locomotoras que
circuló en Bizkaia, es una pieza prioritaria”
Protegerla
De momento, y con la intención de que sea la estrella (como indica
su nombre) de los actos conmemorativos del sesquicentenario de la llega
del tren a Bizkaia, un grupo de entusiastas aficionados trabaja en su
remozado desde el pasado verano. Con más intención que medios, los
trabajos que se realizan consisten básicamente en lijado y pintura,
aunque también se sustituyen algunas de las chapas y tornilleria que se
encuentran en mal estado, para evitar que el agua se cuele a su interior
y quede estancada con la consiguiente oxidación. Son conscientes, sin
embargo, de que esta operación es tan solo un mero ejercicio cosmético y
que su intervención sirve tan solo para maquillar el aspecto de la
máquina de cara a presidir los actos del sesquicentenario.
“En una ciudad con un clima particularmente húmedo, su
exposición a la intemperie no es la más adecuada. Toda restauración es
forzosamente temporal, ya que, sin un constante mantenimiento, la
corrosión reaparece a los pocos años y degrada la locomotora. Como
mínimo, sería preciso construir una cubierta que la proteja.
Evidentemente, trasladarla hacia el interior de la estación sería una
práctica magnífica, aunque habría que estudiar previamente si es
factible su mudanza, el acceso de las grúas, maniobras y otro tipo de
operaciones”, subraya Juanjo Olaizola.
Para los amigos del tren, lo más urgente es su protección. Y
se conforman con una simple marquesina que la permita guarecerse de la
lluvia y de las inclemencias meteorológicas, aunque tenga que permanecer
en el mismo lugar donde fue plantada hace 38 años. Algunos más
exigentes reclaman un lugar privilegiado, donde pueda ser contemplada y
admirada como lo que es: una verdadera alhaja. Que ocupe el lugar que le
corresponde en el centro de la estación de Abando. Y que propicie, por
tanto, lo que ya cantó en marzo de 1863 el cronista de la Gaceta de los
Caminos de Hierro que relató aquel primer viaje del tren cuando alcanzó
el corazón de la villa: “Quedó escrito en el gran libro del Porvenir, el
que augura a Bilbao una era de verdadera riqueza, de prosperidad y de
venturas sin cuento”.